1. El sexo es para el matrimonio. Génesis 2:24-25; 1ª Corintios 7:5 y Hebreos 13:4.

En Génesis 2:22-24 se describe al matrimonio y a su vínculo sexual como una especie de re-unión.10 Adán era uno, de él se formó Eva y resultaron dos. Ahora en el vínculo matrimonial y en su unión sexual vuelven a ser uno. La relación sexual es algo trascendente, es la re-unión de dos seres que se funden en uno solo. Note la siguiente declaración: “…y se unirá a su mujer”. ¿Cuándo?, cuando deja a su padre y a su madre. Luego dice: “y serán una sola carne”. Hay un orden que respetar. Primero se casan, luego se unen.

“La complementariedad de los órganos sexuales masculinos y femeninos es sólo un símbolo físico de una complementariedad espiritual mucho más profunda”.11

El último propósito de la sexualidad es reconocer que la intención original de Dios en el vínculo sexual es la unión permanente entre un hombre y una mujer. Dios establece el matrimonio monogámico y heterosexual. No reconoce ninguna otra alternativa. El vínculo indisoluble entre un hombre y una mujer constituye para Dios un ideal. Ese orden fue establecido por el Creador y no por la cultura, de lo que se deduce que su validez es permanente y universal.

La Biblia establece además, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, que las relaciones sexuales están reservadas para el tiempo del matrimonio. Toda relación sexual fuera de ese ámbito es considerado pecado y afecta no sólo el cuerpo, sino al alma y al espíritu. Éxodo 20:17; Deuteronomio 22:22; Proverbios 22:11; 1ª Corintios 6:9, 12-20; 1ª Tesalonicenses 4:3-6; Hebreos 13:4; 1ª Pedro 2:11.

Mito que eliminamos

  • Lo sexual afecta sólo al cuerpo y no tiene nada que ver con lo espiritual. Falso.

Este mito lleva a muchos a pensar que pueden tener relaciones sexuales antes del matrimonio o fuera de él y estar bien con Dios al mismo tiempo. Suponen que una relación sexual es solamente la unión de dos cuerpos, cuando en realidad es la unión más íntima de todo el ser: espíritu, alma y cuerpo. La Biblia hace una diferencia muy grande entre el pecado sexual y el resto de los pecados. “Todos los otros pecados están fuera del cuerpo, pero el que comete inmoralidad sexual contra su propio cuerpo peca”, 1ª Corintios 6:18b.

Un momento ameno

Un hombre se quejaba mucho en oración porque creía que Dios debía ser más equitativo en los roles adjudicados al matrimonio. “Dios mío, es injusto que los hombres tengamos que trabajar tanto, mientras que las mujeres se quedan tranquilas en casa. Yo daría cualquier cosa para que hicieras un milagro sólo por un día, y me convirtieras en ella y a ella en lo que yo soy. Así sabrá mi esposa lo difícil que es ser hombre”. Tanto rogó, que Dios le concedió el milagro.
A la mañana siguiente este hombre despertó en el cuerpo de su esposa. Sonó el despertador temprano. Era día de semana y había que llevar a los chicos al colegio. Rápidamente se vistió, levantó a los niños y preparó el desayuno para todos. Con destreza hizo las camas, colocó la ropa en el lavarropa y sacó carne del congelador para el almuerzo. Después de dejar los niños en la escuela, se dirigió al banco a fin de pagar las cuentas de servicio. Luego pasó por el supermercado para abastecerse de comida. Al salir de allí pudo notar que las horas habían transcurrido a velocidad luz, por lo que corrió a recoger los hijos que habían terminado su jornada escolar. Al llegar a casa, se enojó al ver que su esposo estaba esperando el almuerzo cómodamente sentado en el sofá. No dijo nada. Cocinó, lavó los platos, tendió la ropa, ayudó a sus hijos con las tareas de la escuela y, por último, planchó la ropa de toda la familia. Estaba agotada de tanto trabajo. Quiso relajarse un poco, pero se percató de que ya era hora de preparar la cena. Les sirvió la comida, bañó al más pequeño, acostó a todos los niños, limpió la cocina, sacó la basura, cerró las puertas. Después de un día realmente agitado, entró al baño, tomó una ducha y se fue a la cama. Pero cuando abrió la puerta del dormitorio, allí estaba el marido esperándola para que cumpliera con los deberes conyugales. Al día siguiente, cuando despertó y vio que seguía en el cuerpo de ella, clamó a gran voz diciendo: “Dios mío, Dios mío, perdóname. No sabía lo que pedía. Por favor quiero volver a ser yo”. En medio de sus gemidos, se escuchó una voz potente desde el cielo que dijo: “ningún problema, pero tendrás que esperar nueve meses porque anoche quedaste embarazado”.

Extracto del libro Sexualidad Sana, Liderazgo Sólido

Por José Luis y Silvia Cinalli

 

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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