Clásicos Cristianos – En Qué se Muestra Cómo Empezar Cada Día con Dios 2

 

Continuemos.

Podemos estar seguros de esto, y hemos de orar estando seguros de ello, en la plena seguridad de la fe, de que dondequiera que Dios halla un corazón que ora, este corazón hallará un Dios que escucha la oración, aunque sea en voz baja, o sea una voz débil; con todo, si procede de un corazón recto, es una voz que Dios escucha, que escuchará con placer, ya que el hacerlo es su deleite, y que le dará una respuesta; Él ha visto tus oraciones, ha visto tus lágrimas.

Cuando, por tanto, estamos orando, éste es el terreno en que nos basamos, éste es el principio sobre el cual descansamos: nada de dudas, nada de vacilaciones, porque todo lo que pedimos a Dios como Padre, en el nombre de Jesucristo, el Mediador, según la voluntad de Dios revelada en la Escritura, nos será concedido, conforme a la petición, o, mejor aún, en su amor; ésta es la promesa de Juan 16:23, y la verdad de esta afirmación está sellada por la experiencia concurrente de los santos de todas las edades, desde los mismos principios en que los hombres empezaron a invocar el nombre del Señor, porque el Dios de Jacob no ha dicho nunca a la simiente de Jacob «buscadme», y los ha dejado buscar en vano, y no va a empezar ahora. Cuando nos acercamos a Dios en oración, si estamos bien con Él, podemos estar seguros de esto, que a pesar de la distancia entre el cielo y la tierra y nuestra falta de valor o indignidad total para que Él se ocupe de nosotros o nos muestre su favor, Dios escucha nuestra voz, y no se apartará de nuestra oración o de su misericordia.

Hay que entender esta expresión como que David le promete a Dios que esperará siempre en Él, en la forma que Él ha designado: «Oirás mi voz», esto es: hablaré a ti, porque Tú has inclinado tu oído a mí muchas veces, por tanto, he tomado la resolución de clamar a ti en todo momento, hasta el fin de mis días. No pasará un solo día que no me oigas. No que sea la voz en sí aquello que Dios considera, como parecen creer los que levantan su voz en alto en la oración (Isaías 58:4). Ana oró y prevaleció aun cuando no se podía oír su voz; es la voz del corazón la que se entiende aquí; Dios dijo a Moisés: «porque clamas a mí», cuando no se nos dice que Moisés hubiera dicho una sola palabra. (Éxodo 14:15).

La oración es levantar el alma a Dios y derramar el corazón delante de Él; con todo, para la expresión de los afectos devotos del corazón por medio de las palabras necesarias para precisar los pensamientos y estimular los deseos, es conveniente presentarse delante de Dios, no sólo con el corazón puro, sino también con voz humilde; así que hemos de entreabrir los labios, pero no levantar la voz. No obstante, Dios entiende el lenguaje del corazón, y éste es el lenguaje en el cual hemos de esperar en Dios; David ora aquí (versículo 1) no sólo pidiendo que Dios le escuche, sino que considere su meditación (Salmo 19:14): «Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti.»

Esto, pues, hemos de hacer en toda oración; hemos de hablar a Dios; hemos de escribirle; decimos que oímos de un amigo cuando recibimos carta de él; hemos de procurar que Dios nos oiga cada día. Él lo espera y lo requiere. Aunque Él no tiene necesidad de nosotros o de nuestros servicios, ni puede sacar provecho de ellos; con todo, Él nos ha mandado que le ofrezcamos el sacrificio de oración y alabanza continuamente.

Así Él mantendrá su autoridad sobre nosotros y hará presente en nuestra mente nuestra sumisión a Él, algo que tenemos tendencia a olvidar. Él requiere que le prestemos nuestro homenaje solemnemente por medio de la oración, y que demos honor a su nombre, para que por medio de este acto y hecho nuestro, propio, repetido frecuentemente, cumplamos la obligación que tenemos de observar sus estatutos y guardar sus leyes, y estar más y más atentos a las mismas. Él es tu Señor y tú le adoras para que por medio de la humilde adoración de sus perfecciones puedas llevar a cabo un humilde y constante cumplimiento de su voluntad que sea más fácil para ti. Al rendir obediencia aprendemos obediencia.

Así Él testificará su amor y compasión hacia nosotros. Ya habría sido una señalada prueba de su interés y afecto por nosotros el mero hecho de que hubiera dicho: Háblame cuando haya la oportunidad; llámame cuando te encuentres en apuros o necesidad y ya es bastante; pero para mostrar su complacencia en nosotros, como un padre con su hijo cuando le envía fuera de casa y nos encarga que le enviemos noticias nuestras cada día por cada correo, aunque no haya ningún asunto especial para discutir; lo que muestra que la oración del justo es su deleite; música a sus oídos, como Cristo dice a la paloma: «Muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz, porque dulce es tu voz y hermoso tu semblante.» (Cantares 2:14).

Y es a la esposa, la Iglesia, que Cristo habla al cerrar el Cantar de los Cantares: «¡Oh!, tú que habitas en los huertos; los compañeros prestan oído a tu voz, házmela oír.» (8:13.) ¡Qué vergüenza es para nosotros que Dios quiere que oremos a Él con más frecuencia de lo que nosotros estamos dispuestos a dejarle oír nuestra oración.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Cómo Incrementar Nuestra Comunión con Dios”

Por Matthew Henry (Año 1712)

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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