Doctrina Bíblica – Cristo Murió Para Que Muriésemos a la Ley y Llevemos Frutos Para Dios

 

Pasaje clave: Romanos 7:4.

 

Cuando Cristo murió por nosotros, nosotros morimos con él. Dios nos miró a nosotros los creyentes como unidos a Cristo.

Su muerte por nuestro pecado fue nuestra muerte en Él. Pero el pecado no fue la única realidad que mató a Jesús y nos mató a nosotros. También lo fue la ley de Dios. Cuando violamos la ley pecando, la ley nos sentencia a muerte. Si no hubiera ley, no habría castigo. «Pues donde no hay ley, tampoco hay transgresión» (Romanos 4:15). Pero «todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que todo el mundo quede bajo el juicio de Dios» (Romanos 3:19).

No había escapatoria de la maldición de la ley. Esta era justa, nosotros éramos culpables. Había solo una manera de ser libre: Alguien tenía que pagar el castigo. Por eso Jesús vino: «Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición» (Gálatas 3:13).

Por tanto, la ley de Dios no puede condenarnos si estamos en Cristo. El poder que tenía para gobernarnos está doblemente roto.

Por un lado, las demandas de la ley han sido cumplidas por Cristo a nuestro favor. Su perfecto cumplimiento de la ley está acreditado a nuestra cuenta. Por otra parte, la penalidad de la ley ha sido pagada por la sangre de Cristo.

Es por eso que la Biblia tan claramente enseña que el estar a bien con Dios no se basa en guardar la ley. «Por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él» (Romanos 3:20). «El hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo» (Gálatas 2:16).

No hay esperanza de estar con Dios por guardar la ley. La única esperanza es la sangre y la justicia de Cristo, que son nuestras solamente por fe. «Sostenemos que todos somos justificados por la fe, y no por las obras que la ley exige» (Romanos 3:28).

¿Cómo entonces agradar a Dios, si estamos muertos a su ley y ya no es nuestra maestra? ¿No es la ley la expresión de la buena y santa voluntad de Dios? (Romanos 7:12).

La respuesta bíblica es que en lugar de pertenecer a la ley, que exige y condena, pertenecemos ahora a Cristo quien demanda y da. Antes, la justicia nos era exigida desde afuera en cartas escritas en piedra. Pero ahora la justicia surge dentro de nosotros como un anhelo en nuestra relación con Cristo.

Él es presente y real. Por su Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad.

Un ser viviente ha reemplazado a una lista letal. «La letra mata, pero el Espíritu vivifica» (2º Corintios 3:6).

Por eso es que la Biblia dice que la nueva forma de obediencia es productora de fruto, y no es guardadora de leyes. «Hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios» (Romanos 7:4).

Hemos muerto a la observancia de la ley, de suerte que podamos vivir llevando frutos. El fruto crece naturalmente en un árbol. Si el árbol es bueno, el fruto será bueno. Y el árbol, en este caso, es una viva relación de amor con Cristo Jesús. Para esto Él murió. Ahora Él nos exhorta: «Confía en mí. Muere a la ley, para que puedas dar frutos de amor».

Extracto del libro  “La Pasión de Jesucristo”

Por John Piper

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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