Devocional Diario – El Rugido

 

La puerta está cerrada. Con el cerrojo caído. Tal vez aún tiene una silla bajo la manija. Adentro se sientan rodilla a rodilla diez ambulantes quienes han atravesado la cerca entre la fe y el temor.

Si usted los mira allí en la habitación, no daría nada por ellos. Sin educación. Confundidos. Las manos callosas. Acentos pesados. Poca presencia social. Limitado conocimiento del mundo. Ningún dinero. Liderazgo sin definición. Y así sucesivamente.

No; mientras usted mira esta abigarrada cuadrilla no desperdi­ciaría demasiados cheques de pago para su futuro. Pero algo sucede a un hombre cuando contempla a alguien que se ha levantado de entre los muertos. Algo se derrite dentro del alma de un hombre que ha estado a pocas pulgadas de Dios. Algo más caliente que la fiebre del oro se derrite y más permanente que la pasión.

Todo comenzó con diez hombres asustados, aterrorizados y avergonzados. Aunque la puerta estaba cerrada, Él pudo ponerse en medio de ellos. «Como el Padre me ha enviado, así os envío».

Y Él los envió. Puertos. Atrios. Barcos. Sinagogas. Prisiones. Palacios. Ellos fueron por todas partes. El mensaje del nazareno dominó todo el mundo civilizado. Ellos constituyeron una fiebre contagiosa. Eran un organismo en movimiento. Rehusaron ser detenidos. Mal educada turba que sacudió la historia como una ama de casa sacude una alfombra.

Dios mío, ¿no sería grande verlo suceder otra vez?

Muchos dicen que es imposible. El mundo es demasiado duro. Demasiado secular. Demasiado «poscristiano». «Esta es la era de la información, no la de la regeneración». Por tanto ponemos el cerrojo en la puerta por miedo al mundo.

Y como resultado, el mundo continúa largamente sin ser tocado y sin enseñanza. Más de la mitad del mundo no ha oído todavía la historia del Mesías. Mucho menos lo ha estudiado. Los pocos creyentes que lo hacen, a menudo vuelven a casa fatigados y heridos, maltratados en las riñas y frustrados a las necesidades.

¿Qué tomaría prender de nuevo el fuego? Algo como lo que aquellos individuos de los que hablábamos antes hicieron en el aposento. Para ellos era bastante obvio. «Todo lo que sé es que estaba muerto y ahora está vivo».

Algo sucede a un hombre cuando permanece a pocos centíme­tros del León de Judea. Algo sucede cuando oye el rugido, cuando toca la dorada melena. Algo pasa cuando está tan cerca que puede sentir el aliento del león. Tal vez todos podríamos hacer lo mismo. Tal vez todos necesitamos testificar su majestad y anhelar su victoria. Tal vez necesitamos oír nuestra comisión otra vez.

«¿Se lo dirás a ellos?», demandó Jesús. «¿Les dirán a ellos que vine… y que voy a regresar otra vez?»

«Lo haremos», asintieron ellos. Y lo hicieron.

¿Lo hará usted?

Extracto del libro “Con Razón lo Llaman el Salvador”

Por Max Lucado

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