La Oración – ¿Por Qué No Pedir? 2
Continuemos.
A pesar de tales perspectivas, Jabes halló un camino de salida. Al crecer oía del Dios de Israel que liberó a sus antepasados de la esclavitud, que les dio victorias sobrenaturales contra enemigos poderosos, y que los estableció en una tierra de plenitud total. En consecuencia, para el tiempo en que llegó a ser adulto, Jabes creía y esperaba fervorosamente en ese Dios de comienzos nuevos y de milagros. Entonces, ¿por qué no pedir uno? Y precisamente eso hizo. Pues pronuncio la mayor e inverosímil de las peticiones posibles de imaginar: «¡Oh, si me bendijeras en verdad!»
Cuánto amo la vehemencia, la sensibilidad de su ruego. En hebreo añadir “en verdad» a esta oración, es como si se agregaran cinco signos de admiración o como escribir la petición en mayúsculas y subrayarlas. Me imagino a Jabes ante una puerta maciza, enorme, en un muro tan alto como el firmamento. Bajo el peso abrumador de su pasado y la monotonía de su presente, solo ve delante de sí la imposibilidad: un futuro taciturno y sin esperanza. Sin embargo, levanta las manos al cielo y clama: «¡Padre, oh Padre! ¡Por favor, bendíceme! Y lo que realmente quiero decir es… que me bendigas, pero en abundancia!»
Con la última palabra comienza la transformación. Oye un golpe tremendo. Luego algo como un gemido. Después un rechinar a medida que la formidable puerta oscila para apartarse de él en un arco muy amplio. Y allí, extendiéndose hasta el horizonte, hay campos de bendición. Y Jabes avanza un paso a una vida completamente nueva.
Antes que podamos pedir con toda confianza las bendiciones de Dios, necesitamos entender con toda claridad lo que la palabra significa. Oímos pronunciar los términos «bendecir» o «bendición», desde todos los pulpitos. Pedimos a Dios que bendiga a los misioneros, a los chicos y el alimento que vamos a consumir. Y hasta la abuela dice: «Dios te bendiga» o «bendiciones», cuando nos oye estornudar.
No es de extrañar que el significado de «bendición» se haya diluido tanto hasta llegar a ser algo tan vago como: «Tenga un buen día». Así, pues, no es raro que muchos cristianos no estén tan desesperados como Jabes para recibirla.
Bendecir en el sentido bíblico quiere decir pedir o impartir un favor sobrenatural. Cuando suplicamos la bendición de Dios, no solicitamos más de lo que nos es posible conseguir. Clamamos por la ilimitada y maravillosa bondad que el único Dios tiene: el poder de conocer o darnos. A esta clase de riqueza se refiere el escritor bíblico cuando dice. «La bendición del Señor es nuestra mayor riqueza; todo nuestro afán nada le añade» (Proverbios 22:10).
Es indispensable notar un aspecto radical en cuanto a la bendición que pide Jabes: Él dejó por completo que Dios decidiera cuáles serían esas bendiciones y cuándo, cómo y dónde las iba a recibir. Esta clase de confianza decisiva e incondicional en las buenas intenciones de Dios hacia nosotros, nada tiene en común con el evangelio popular según el cual se le debe pedir a Dios un automóvil de lujo, ingresos de seis cifras o algún otro signo físico materialista que indique que hallamos una forma efectiva de conectarnos con Él. En vez de eso, la bendición de Jabes se enfoca, como un rayo láser, en nuestro deseo respecto a nosotros mismos de nada más o nada menos, sino exclusivamente en lo que Dios desea para nosotros.
Cuando buscamos la bendición de Dios como un valor concluyente en la vida, nos internamos por completo en el río de su voluntad, su poder y sus propósitos para nosotros. Todas nuestras necesidades vienen a ser secundarias ante lo que realmente queremos, que no es otra cosa que llegar a sumergirnos de modo total y absoluto en lo que Dios trata de hacer en nosotros, por medio de nosotros y alrededor de nosotros para su gloria.
Permítame contarle un efecto garantizado de la búsqueda sincera de sus bendiciones. Su vida se destacará por los milagros. ¿Cómo lo sé? ¡Porque Él lo promete, y porque he visto que ha sucedido en mi propia existencia! El poder de Dios para cumplir grandes cosas de pronto no halla obstáculo alguno en usted. Por ello usted se mueve en la dirección de Él. Ora exactamente por lo que Dios desea. Y, de repente, las fuerzas de los cielos comienzan libremente a cumplir la voluntad perfecta de Dios, por medio de usted. ¡Y usted será el primero en notarlo!
Pero hay un atractivo. El señor Pérez va al cielo. ¿Qué pasa si descubre que Dios pensaba enviarle 23 bendiciones23 bendiciones específicas en el día de hoy, y apenas recibió una? ¿Cuál supone que haya podido ser el motivo de ello?
(CONTINÚA…)
Extracto del libro “La Oración de Jabes”
Por Bruce Wilkinson