EL REINO ES PREDICADO EN PALABRA Y DEMOSTRADO EN PODER

Jesús describió la esencia del Reino en las muchas historias que Él le con­tó a la gente. Esas historias son ricas en simbolismos y verdades porque Él magistralmente describía la naturaleza y las características del Reino de Dios. En estas historias creativas exhibió el carácter de aquellos que pertenecían a este Reino. La naturaleza de la proclamación de Jesús no estaba solamente en las palabras que hablaba. Era demostrada en el poder que emanaba de su vida. El poder del Reino era demostrado a través de Jesús en los milagros, señales y prodigios que Él realizaba. Las multitudes se acercaban al Reino por las palabras y acciones de Jesús. Los que «cap­taban» el mensaje eventualmente se convertían en sus seguidores y eran introducidos en el conocimiento pleno de quién era Jesús y cómo entrar al Reino a través de la fe en Él.

Cuando predicamos de Cristo sin predicar sobre el Reino de Dios, le ha­cemos a la gente un gran daño. En realidad, los dos son inseparables. Uno no puede divorciar al Rey de su Reino. Es realmente muy injusto decirle al mundo que Jesús es la puerta que ha sido abierta a ellos, sin decirles lo que hay del otro lado de la puerta. No tiene sentido. Si proseguimos y le contamos sobre el Reino, esa es otra cosa. Cuando les decimos sobre un ámbito donde hay vida, esperanza, paz, gozo y el poder de sobreponerse a los problemas y dificultades diarias ahora mismo, y vivir exitosa y victorio­samente ahora mismo, ellos dirán: «Hey, ¡yo me identifico con eso! Puedo entenderlo». Como Iglesia debemos completar el mensaje de Jesús enfocán­donos en el Reino de Dios, el cual es el centro de las palabras de Jesús.

Seamos sinceros, la vida es dura y está llena de dolor y sufrimiento. Vi­vimos en un mundo de gran ansiedad. Terrorismo, colapsos económicos, confusión política, desempleo, divorcio, desesperación; la gente necesita las buenas nuevas. El Reino de Dios es esas buenas nuevas. Es el mensaje per­dido de Jesús que necesita resucitar en nuestros tiempos.

¿Por qué correrían los pequeñitos a Jesús? ¿Por qué podrían seguirlo los ricos y pobres por igual? ¿Por qué más de cinco mil personas se aferrarían a Él por tres días, soportando el hambre y la sed con tal de verlo y escucharlo? ¿Por qué hombres, mujeres y niños dejarían sus granjas, barcos de pesca, comercios, hogares y aldeas solo para sentarse a sus pies? ¿Por qué suspen­derían sus actividades por un tiempo para correr hasta el lugar en donde oyeron que Él estaba predicando?

Era porque amaban lo que Él tenía para decir. Era porque Él les habló sobre la ciudadanía en un Reino que les otorgaría un mejor estilo de vida y un futuro más promisorio que el que jamás encontrarían en ningún otro lugar en los reinos de los hombres. Jesús encarnó el mismo mensaje que predicaba y llevó a hombres y mujeres de todo estrato de la vida. Este es un gran desafío para nosotros en nuestro tiempo. El mensaje que predicamos debe ser el mensaje que vivimos.

La forma más efectiva de alcanzar a la gente es primero abrirles el ape­tito con las buenas nuevas del Reino de Dios. Luego de que conocen sobre el Reino y lo desean por sí mismos, debemos explicarles cómo entrar en él mediante la confianza en Jesús para limpiarlos y salvarlos de sus pecados, rindiendo sus vidas bajo el control del Señor. Una persona debe primero entrar al Reino antes de que esté lista para cosas más profundas, como ser aquellas que Jesús les enseñó a sus discípulos en privado.

Por esta razón, Jesús le enseñó a la gente usando parábolas. Aquellos que no tenían interés en las cosas de Dios, simplemente consideraban las parábolas de Jesús como lindas historias con moralejas prácticas. Por otra parte, para aquellos que estaban buscando genuinamente la verdad, estas historias tocaban una cuerda en sus corazones que los conducían hacia Él y los provocaba a buscar en Él las respuestas a lo que estaban necesitando. A través de Jesús, ellos obtenían entrada al Reino, donde eran libres para explorar cada habitación y descubrir cada beneficio que el Reino tenía para ofrecerles.

Extracto del libro Redescubriendo el Reino

Por Myles Munroe

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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