Matrimonios Cristianos – Guía Básica Para los que Quieren Casarse 3
Continuemos.
8. A Diferencia de la Mujer, al Varón no le Gusta ir al Médico, Pero Cuando se Enferma se Transforma en un ser Insoportable.
Ella se realiza tantas consultas médicas como sean necesarias. Sin embargo, él ni siquiera va al dentista, y cuando finalmente se atiende, es porque la infección de la boca le atrofió el brazo derecho y le produjo parálisis en la mitad del cuerpo. Cabe aclarar que si finalmente va al médico, en realidad nunca llega a verlo, ya que muere camino al hospital, en la propia ambulancia.
Cuando se enferma, el hombre necesita tener a toda la familia orbitando a su alrededor, preocupados por su inestable salud, aunque se trate de un simple resfrío.
-Siento que me queda poco tiempo -dice -conozco gente amiga que comenzó con un dolor de garganta como yo, y lo terminó llevando a la tumba. Yo me callo para no asustarlos, pero la procesión va por dentro.
Cuando su esposa lo escucha, solo puede darle gracias a Dios que jamás él quedará embarazado.
Si en cambio, la que se enferma es la mujer, ella puede toser, vomitar, estornudar, tener colitis y gritar toda la noche, que a la mañana siguiente, él dirá: «Escuché un ruidito anoche ¿puede ser o lo soñé? ¿No te estarás por enfermar, no? Si llegas a caer en cama, se me complica todo el día».
Por otra parte, si finalmente él termina realizándose un chequeo médico, es capaz de discutirle al doctor en su propia cara:
-Mire que tiene que empezar a aflojar con la sal.
-¿Y por qué voy a dejar la sal si a mí no me afecta? ¿No me puede quitar cualquier otra cosa?
-Como siga así voy a tenerle que quitar el hígado y el corazón.
Y aun así, cuando sale de la consulta, es capaz de jactarse de su ignorancia y decir: «Este médico no sabe nada. Mi padre fue un salitre toda la vida y ahí lo tienes… Muerto».
-Sí, pero murió de un paro cardíaco, y no por comer con sal.
9. Para el Hombre, ir a la Peluquería es un Sencillo Trámite. Para Ella, un Suplicio.
El hombre llega a la peluquería y dice: “Buenos días… cortito, como siempre”. Acto seguido se sienta a esperar que el profesional termine la faena, y le diga: “Listo, caballero”.
La mujer, en cambio tiene todo un dilema a la hora de sentarse en el sillón del coiffeur. En primer lugar, ellas nunca están conformes con el cabello que les vino de nacimiento. Si tienen rulos, sueñan con tener el cabello como si una vaca le lamiera la cabeza todas las mañanas. A su vez, las del pelo lacio, que tienen la cabeza como un sauce llorón con depresión, sueñan con tener el pelo enrulado.
Como si todo eso fuera poco, cuando se deprimen, van al peluquero «para que le cambie un poco la imagen». Una peluquería sería el último lugar al que iría un hombre deprimido. Quizás intentaría quitarse la vida, pero tampoco es necesario tener el cabello recién cortado para saltar de un puente, supongo.
Y para colmo, no existe una sola mujer en todo el universo que salga conforme con lo que le hizo su peluquero. Generalmente, cuando salen se sienten un adefesio.
-Me arruinaron la cabeza, mira lo que me hicieron, parezco un esperpento.
-¿Y pagaste para que te lo hagan? -dice incrédulo su marido.
-Sí, es que no me di cuenta, me dijo que con mi cara, me iba a quedar bien el desmechado rubio con extensiones rojas, ¡y ahora parezco un apache!
– ¿Y por qué te lo dejaste hacer? -pregunta él, más incrédulo todavía.
-Porque me dijo que iba a quedarme bien, pero cuando me di cuenta del desastre, ya estaba hecho.
-¿Y no te veías en el espejo?
-Sí, qué sé yo… pero el peluquero me hablaba y me distraje.
-Bueno, no vayas nunca más y listo.
-¿Estás loco? Ahora más que nunca tengo que seguir yendo.
-¿Por?
-Porque este color de tintura solo lo tienen en esa peluquería, y si dejo de ir, me va a quedar peor. Por lo menos, hasta que se me arregle. Ah, y ya te aviso que por tres meses no salgo más a la calle.
10. Tener una Casa Para el Hombre, Significa un Lugar Para Dormir. Para Ella, un Lugar Donde Expandirse.
Si eres varón y tienes la dicha de estar casado, quiero que hagas un rápido ejercicio mental. Quiero que me digas, en menos de un minuto, qué porcentaje real de la casa ocupan tus cosas estrictamente personales.
(CONTINÚA…)
Por Dante Gebel
Tomado de la Revista Ediciones G
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