Matrimonios Cristianos – La Fatiga y el Agotamiento Femenino 5

 

Continuemos.

2º Concepto.

Muchas mujeres afirman que las tareas diarias de cuidado, limpieza de la casa y atención de los niños pueden ser llevadas a cabo con relativa facilidad. Es la acumulación de trabajo suplementario lo que trastorna su ritmo. Perió­dicamente hay que limpiar el refrigerador, la cocina, cam­biar los papeles de los estantes, y sacudir las ventanas. Además hay que encerar el piso.

Esta clase de responsabi­lidades periódicas, siempre están esperando a la ocupada madre, y le van creando la sensación de que está eterna­mente atrapada. Yo afirmo que muchas familias pueden proveer ayuda del exterior para este tipo de actividades, y que es necesario invertir una cierta cantidad de dinero para este propósito.

La sugerencia de contratar a alguien para que trabaje en las labores domésticas puede parecer impracticable en una economía inflacionaria como la nuestra, donde a todo el mundo le sobran días del mes, cuando el sueldo ya se ha terminado. Sin embargo, yo sugeriría que cada familia haga una revisión de la forma cómo está gastando sus ingresos.

Muchos mantienen una «lista de prioridades». O sea, cosas que quieren comprar cuando tengan algún dinero de más, o cuando lo hayan ahorrado. Planean arreglar el sofá; cambiar la alfombra del comedor, o comprar un auto nuevo. Sin embargo, estoy convencido que la ayuda do­méstica para una madre que tiene niños pequeños, debe figurar en esa lista también. Sin dicha colabo­ración, condenamos al ama de casa a la misma responsabilidad día tras día, durante toda la sema­na. Y por muchos años no podrá escapar del cú­mulo de pañales sucios, narices sucias, y platos sin lavar.

Pienso que ella desempeñaría su trabajo mucho más eficientemente y lograría ser una mejor madre, si pudiese contar con alguien que la ayuda­ra de vez en cuando. Para ser más explícito, yo creo que las madres deberían tener la oportunidad de disfrutar un día entero por semana, fuera de su casa, haciendo algo que le sirva de esparcimiento. Y esto es más importante para la felicidad hogare­ña que una nueva alfombra, o una herramienta distinta para papá.

Pero, ¿cómo puede una familia de clase media, en este momento de crisis económica, contratar a alguien que limpie la casa, y cuide los niños?

Pue­de ser mejor conseguir una chica joven de secun­daria en lugar de una persona mayor. Yo le acon­sejaría que consultara con la secretaria de alguna escuela secundaria cercana. Dígale que usted ne­cesita una chica madura de unos 16 años, para que le ayude en un trabajo de limpieza. No le comente que piensa contratarla regularmente.

Cuando la chica venga a casa, sométala a prueba por un día, y observe qué tal hace el trabajo. Si nota que es eficiente, ofrézcale esa ocupación semanal. Si no rinde como usted esperaba, páguele las horas, dele las gracias y búsquese otra chica para la próxima semana.

Existen diversos niveles de madurez aun entre las alumnas de secundaria, y eventualmente usted podrá encontrar alguna que desempeñe el trabajo con la responsabilidad de un adulto.

 

3º Concepto.

Maridos y mujeres deberán permanecer constantemente en guardia contra el flagelo del exceso de compromisos. Aun actividades agradables y encomiables pueden llegar a ser perjudiciales cuando consumen demasiada cantidad de energía, y ocupan los momentos libres del día. Quizás esto resulte raro en una familia donde cada uno dispone de su tiempo para sus actividades, separar algún momento para caminar tranquilamente o para compartir una agradable conversación.

Los hombres gastan tiempo en el garaje, y las mujeres en su arreglo personal a fin de sentirse jóvenes de vez en cuando. Pero ya hemos dicho que todo parece conspirar contra estas actividades saludables. ¡Aun cuan­do salimos de vacaciones andamos apurados! «Debemos llegar antes de medianoche si no perderemos nuestras reservaciones en el hotel».

Sugiero una receta muy simple para contribuir a la felicidad familiar. Pero debe ser adaptada por cada familia en forma individual: Deben proponerse andar más despa­cio. Deben aprender a decir «No» de la manera más gentil. Deben resistir la tentación de andar a la caza de placeres y diversiones y compromisos sociales. Y deben sostener esa posición con la tenacidad de un jugador profesional que detiene los ataques de sus adversarios. Esta es la forma de defender la paz familiar.

Básicamente hay que preguntarse tres cosas ante cualquier nueva actividad que se nos pre­senta:

  • ¿Vale la pena invertir tiempo en esto?
  • ¿Qué debo eliminar si añado esta actividad?
  • ¿En qué forma esta nueva actividad afectará a la familia?

Estoy convencido que muchísimas de las ocupaciones que absorben nuestros días, no resistirían la prueba de estos tres interrogantes.

Extracto del libro «Lo que las Esposas Desean que los Maridos Sepan Sobre las Mujeres»

Por James Dobson

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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