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Continuemos.

Fumar era la otra prohibición entre la gente con la que me juntaba en mis primeros años de ser cristiano. Y debo admitir que todavía tengo toda clase de reacciones nega­tivas con el vicio de fumar. Creo que es un hábito horrible. En cuanto a mí respecta, la familia que fuma junta se sofoca junta. Cuando era adolescente, tenía la impresión de que besar a una muchacha que fumaba era como chupar un cenicero.

¿Le ha tocado subir en un avión y sentarse en la sección de no fumar sólo para que el tipo al lado de usted encienda un cigarrillo y deje que el humo flote hasta su rostro? Mientras usted se sofoca, por lo general él dirá: —¿No le molesta si fumo?

A mí me dan deseos de responder: —No, si no le molesta que vomite.

Si sólo pareciera que me estoy burlando de la mentalidad que condena el fumar, el bailar y el beber, no estoy ganando su atención sobre el punto que quiero hacer. Pienso que esas prácticas, junto con muchas otras, pueden motivar a los que quieren establecer un estilo de vida cristiano a plantearse preguntas muy serias. Sin embargo, me perturba cuando los cristianos hacen del abandono de tales costumbres la esencia de la fe cristiana. Reacciono contra los que harían de esa clase de religiosidad personal la esencia del cristianismo. La verdad es que uno puede dejar de fumar, de bailar y de ir al cine y no andar ni cerca de lo que es importante en la vida cristiana.

En los días de Jesús, los fariseos que vivían según la letra de la ley siempre trataban de superarse entre ellos en el cumplimiento de los requisitos de la forma de piedad que había surgido en la sociedad judía. Cuando Jesús reaccio­nó negativamente con respecto a su estilo de vida, esta­bleció claramente que la esencia de la piedad no se lograba con un estilo de vida legalista de religiosidad personal, sino con el amor abnegado en favor de los pobres y en el servicio a los perdidos. Jesús dejó bien claro que es posible ser muy devoto y perder el sentido verdadero de la piedad.

Ya es tiempo de que tomemos en serio la afirmación que hizo Jesús cuando dijo que quien quiera ser su discípulo tendrá que negarse a sí mismo, vender lo que tiene, tomar su cruz y seguirlo a El. La disposición de sacrificar todo lo que somos y tenemos para servir a Cristo, y a la gente que El nos ha llamado a amar, es la única respuesta aceptable para lo que Jesucristo ha he­cho por nosotros en el Calvario. La religiosidad personal no es substituto del sacrificio de amor.

«Así que, hermanos, os ruego por las misericor­dias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta» (Romanos 12:1-2).

La mayoría de nosotros nos hemos estado engañando. Hemos intentado simular que podemos vivir en la opu­lencia de la clase media típica en un mundo que sufre de pobreza desesperada, y seguir llamándonos cristianos. Tratamos de evitar pasajes como 1 Juan 3:17-18, que dice: «Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad».

Esos versículos plantean preguntas cruciales: ¿Cómo puede cualquier persona decir que ama a Jesu­cristo y no responder al sufrimiento de la gente que El ama? ¿Cómo es posible que cualquiera diga que está imitando a Jesucristo mientras acapara el excedente de su riqueza en el rostro de los que desean ardientemente alimento para sobrevivir? ¿No significa ser cristiano dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, liberar a los cautivos, ministrar a los enfermos? ¿No son esas acciones infinitamente más importantes que la adhesión a los rituales de la religiosidad personal que han sido creados por los legalistas religiosos?

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Es Viernes Pero el Domingo Viene”

Por Tony Campolo

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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