Predicaciones – Dios Nos Lleva a Nuevos Niveles de Adoración 1
Amo los grandes himnos clásicos de la Iglesia. Algunos de ellos no pasarán. ¡Qué lugar extraordinario tienen canciones como «Cuán grande es Él»! ¡A cuántos ha bendecido y a cuántos seguirá haciéndolo a través de los tiempos! ¡A cuántos también le han edificado y levantado himnos como «Santo, Santo, Santo», «Grande es tu fidelidad» y «Jesús es mi Rey soberano»!
También amo mucho la nueva corriente de adoración. Siento que ha venido como agua fresca del mismo trono de Dios. No concibo presentar un mensaje evangelístico sin antes adorar al Creador y Dios Omnipotente. Me enferma el culto de algunos, tan ritual, tan mecánico, cantando estribillos sin teología, sin Biblia, sin la vida de Dios. A veces alegre y expresivo, sí, pero emocional nada más. Otras veces con una solemnidad humana que no impresiona a Dios y deja el sabor de religión arcaica.
Fuimos creados para alabanza de la gloria del nombre de Jesucristo. Cuando nos reunimos como pueblo, nuestra tarea principal es adorar a Dios, exaltarle, romper nuestro alabastro y derramar el perfume más costoso. Y cuando lo hacemos así, la casa se llena del perfume de su presencia y las vidas se sienten atraídas hacia Él. Me cautiva profundamente poder entrar al Lugar Santísimo y allí en su presencia volver a ofrendar toda mi existencia como «sacrificio vivo, santo, agradable» a Dios.
Aun en las cruzadas masivas de evangelización veo la profunda necesidad de adorar. No estoy de acuerdo con las cruzadas donde el pecador es el centro. Hasta las canciones que cantan se enfocan directamente al pecador y el mensaje que predican es el ofrecimiento de los favores o dádivas que Dios le da al ser humano. Me encantan las cruzadas donde el centro es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Donde a los pecadores, que por primera vez asisten, les enseñamos a abrir el corazón y la boca para adorar a su Creador eterno y donde el espíritu de adoración es tan fuerte y la unción de la presencia de Dios es tan grande, que el mensaje no solo ofrece dádivas de arriba, sino sobre todo exalta a Cristo como Señor y demanda una entrega total bajo su señorío.
Gracias le damos a los Marcos Witt, Miguel Casinas y tantos otros apóstoles de este movimiento de adoración. ¡Bendigo a Dios por el viento fresco que a través de ellos nos ha llegado de parte de Él! Después de «sufrir» a un número incontable de «artistas cristianos», gloria a Dios por una generación de adoradores.
Mi amigo Daniel Altare, evangelista y pastor en Santa Fe, Argentina, tuvo una experiencia que ilustra la importancia de la alabanza. Él procede de una iglesia tradicional, pero ha tenido una renovación espiritual que se manifiesta en su iglesia numerosa y avivada. En sus cultos, trata de usar tanto los himnos clásicos como las canciones nuevas. Me contó que un domingo al salir la gente del culto, una señora recién convertida le dijo: «¡Qué hermosa la reunión de hoy! Sobre todo me gustó ese himno nuevo de Marcos Witt «Grande es tu fidelidad». La linda hermana no sabía que este era uno de los más antiguos himnos de la iglesia, que viene de la época de la Reforma. Pero qué importa su ignorancia de esto, lo que sí importa es que la alabanza cumplió su cometido y tocó su corazón. Además, este tipo de alabanza nos permite discernir lo bueno de ayer y lo bueno de hoy y usarlo todo para la gloria del nombre de Dios.
Dios Moviliza a los Jóvenes.
¡Esto es algo extraordinario! Por todas partes multitudes de jóvenes se entregan al Señor. ¡Qué privilegio tengo al poder estar con ellos! Siete mil en Ciudad Juárez, México. Seis mil en San José, Costa Rica. Doce mil en Córdoba, Argentina. ¡Mis ojos no lo podían creer! Después de ministrar en un culto de varias horas ninguno de ellos se quería ir. ¡Querían cada vez más! Cuando hicimos el llamado para dar la vida total al ministerio de ganar al mundo para Cristo, más de la mitad de ellos, llorando, pasaron al frente.
Quiero, en nombre de la generación adulta, pedir perdón a los jóvenes. Perdón por el mundo podrido al que los trajimos a la vida. Cuando nacieron, ya aquí pululaba la droga, el adulterio, la hipocresía política, la corrupción. Perdón por la iglesia donde les iniciamos en la vida espiritual. Cuando llegaron a ella, ya aquí campeaba el exclusivismo, el dogmatismo, la religiosidad y las divisiones. Pero ustedes, amados jóvenes, tienen el llamado a cambiar el mundo y la iglesia. Serán los pioneros de la transformación más radical y el avance de la obra cristiana más asombroso.
(CONTINÚA…)
Extracto del libro “El Poder de su Presencia”
Por Alberto Mottesi
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