Sectas – Testimonios de Iniciaciones 3
Continuemos.
«Después de que me hicieran una serie de preguntas sobre mis datos generales el «Venerable Maestro» dio un discurso sobre el estado de tinieblas en que me estaban recibiendo y de cómo el genio del mal me hacía instrumento de discordias y desgracias. Dijo que estas tinieblas en las que me encontraba eran la imagen de la situación del ignorante que obedece automáticamente al impulso que le dan, como la mano que ahora me dirigía. Me exhortó a pensar en todo lo que me dijeran y que dudara de lo que no comprendiera o no conociera por mí misma. Y luego concluyó diciendo: «Reflexionad bien las consecuencias del paso que vais a dar, porque son terribles y espantosas para el débil a quien abruman con su peso, y sólo el hombre de fe y de valor puede resistirlas y salir victorioso. Si carecéis de esas virtudes, ¡Temblad!, porque vuestro sacrificio es inmenso, y las pruebas que sufriréis podrán agotar vuestra constancia y harán vacilar vuestra firmeza. Si entráis en nuestras filas, no sólo tendréis que luchar como nosotros, durante vuestra vida y a brazo partido, contra nuestros enemigos naturales, «las Pasiones», sino también contra enemigos más ocultos, contra todos los hipócritas, contra todos los fanáticos, contra todos los ambiciosos, más o menos ignorantes o ilustrados, contra todos los que especulan con la ignorancia y el oscurantismo de los hombres, sus hermanos. ¿Os sentís con la energía suficiente para ser miembro de nuestra asociación y estáis resuelto a soportar los trabajos que pasaréis durante el resto de vuestra existencia en ese combate de la luz contra las tinieblas, de Honor contra la Perfidia, de la Verdad contra el Error?».
«Cuando terminó su discurso me leyó las obligaciones del Masón y me llevaron al trono del Venerable para que prestara mi primer juramento. Me dieron a tomar el agua con miel y luego el agua amarga. Después me dio agua simple, y esto quería decir que el agua que bebiera desde el momento en que mintiera se convertiría en veneno y la maldición del Gran Arquitecto del Universo sería sobre mí. Al terminármela me quitaron la venda de los ojos».
«El Venerable me puso una pluma en las manos y, sobre una mesa que estaba dispuesta frente a mí, deslizó una hoja de papel. «¡Firma aquí!» me indicó con voz convincente y segura. Titubee unos instantes ya que no quería firmar nada que no supiera o que era, en ese momento me dio un pequeño empujoncillo sobre el hombro como para animarme. No vacilé más y firmé. Entonces, el Venerable le dijo al encapuchado que me guiaba: «Preparad todos los utensilios para las pruebas; el agua, el fuego, la palangana para la sangre y los demás útiles».
«Me vendaron otra vez los ojos, mientras en mi mente me cuestionaba llena de horror para que serían esos instrumentos. No podía ver nada. Dentro de mí se agitaban un sinnúmero de emociones contrapuestas. Tenía miedo, pero trataba con todo mí ser de hacer el mayor acopio de valor que jamás hubiera hecho. Una frase se agolpaba sin cesar dentro de mí: «Tienes que pasar la prueba, Tanya, tienes que pasarla, solo así serás aceptada». Por otro lado clamaba a Dios para que me diera fuerzas rezando un Padre Nuestro tras otro. Era una prueba no solamente para ser iniciada sino también para mí, para saber si todo ese gran poder que había adquirido en la cibernética para ayudar a otros, era tan cierto, como yo me jactaba. ¿En dónde me estaba metiendo? Me preguntaba. ¿Era así la única forma de llegar a mi amado Dios?».
«Llegó el momento de empezar el primer viaje. Todo estaba a oscuras. No se percibía ni el más remoto hilo de luz a través del vendaje. Algo en mi interior me decía que eso no estaba bien. Me dejaron un rato en ese lugar de penumbras con una mano y una pierna alzadas. Se sentía la desagradable humedad y el frío de aquel recinto. Mi corazón latía alocadamente. Estaba muy nerviosa. No sabía dónde me llevaban. Y, frente a lo desconocido, el temor que ha hecho presa de la imaginación se convierte en el peor enemigo. Después de unos eternos minutos empezó «la travesía».
Alguien me tomó de la mano que tenía en libertad y empezó a guiarme. Se oía una música tétrica y misteriosa. Una pequeña brisa empezó a refrescar, y el guía me llevó con precaución hacia un muro de piedra diciéndome: «Hay un precipicio frente a nosotros, este es el valle de los muertos, caminad despacio y con precaución, el camino es muy angosto».
(CONTINÚA…)
Extracto del libro “GADU: Gran Arquitecto Del Universo”
Por Ana Méndez Ferrel
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